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viernes, febrero 02, 2007

El periodismo en tiempos de violencia

Por Hugo Sirio 31/01/2007

Hay un viejo y sabió un refrán africano que dice algo así como: "Mientras no sepamos lo que piensa el León de la cacería, debemos conformarnos con la opinión del cazador". Dicho hecho, es necesario reafirmar lo obvio: nada, ni una idea política, ni ideológica, ni un rencor, ni una fe; nada, ninguna circunstancia económica o social puede justificar la violencia.

Son, hay que repetirlo siempre, xenófobos de especie violenta. Sabedores de la importancia de los medios de comunicación, por ello los hechos van dirigidos a concentraciones (aunque sean pacíficas) atentos de la era mediática.

La violencia necesita de los medios para propagar su terror. No es casual que no exista consenso sobre la definición de violento: el término es tan subjetivo que está privado de cualquier significado intrínseco, y aunque todos lo sabemos es bueno reiterarlo: el lenguaje no goza de la presunción de inocencia.

La palabra violencia es extremadamente peligrosa porque mucha gente tiende a creer que sí tiene un significado preciso; muchos otros usan y abusan del término para aplicarlo a cualquier cosa ; como un medio para evitar el pensamiento racional y la discusión y, con frecuencia, para justificar su propia conducta ilegal e inmoral.

Cualquier análisis desapasionado sobre el uso de la palabra violencia también revela que la elección –o no– del término se basa, lamentablemente, no en el hecho mismo sino en quién está haciendo qué a quién.

Sin embargo, la palabra ha sido tan devaluada que incluso la violencia ya no es requisito esencial para su uso. Robert Mugabe acusa a muchos periodistas de violentos.

La llama sagrada del periodismo es la duda

De las vocaciones del hombre, el periodismo es aquella en la que hay menos lugar para las verdades absolutas. La raíz del periodismo debería ser la duda, aunque cada vez más gente en esta profesión cree tener sólo certezas.

La llama sagrada del periodismo es la duda. Una llama que no debería ensimismarse en el escándalo sino en la investigación honesta, no creada a golpes de efectos sino a través de la narración de cada hecho dentro de su contexto y de sus antecedentes.

Dice Kapuzcinsky que esta no es una profesión para cínicos, aunque a veces parece lo contrario. No es circo para exhibirse, ni un tribunal para juzgar, ni la asesoría para gobernantes ineptos, ni vacilantes, sino un instrumento de información, una herramienta para pensar, para crear, para ayudar a las comunidades en su eterno combate por una vida más digna y menos injusta.

El periodismo no es la ropa que uno se pone cuando llega la hora del trabajo, y que se saca cuando duerme. El periodismo es una segunda piel, inseparable del cuerpo y que lo determina en todo tiempo y en toda circunstancia. Por eso el periodista debe escribir su propia verdad, pero no defendiéndola como un concepto único, porque no existe la voz, sino las voces.

La libertad de expresión es un derecho sagrado y sin ella no hay democracia, pero es insuficiente. Sin voluntad de verdad el periodismo se vuelve una parodia o solamente producto banal de mercado. La voluntad de verdad es barata porque sólo requiere honradez, lucidez y fortaleza. Por ello es desalentador comprobar que la mayoría que no posee casi nada, no tiene voz para decir su verdad, y los que tienen mucha voz, frecuentemente no están interesados en la verdad.

Hugo Sirio

Escobar - Buenos Aires - Argentina