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miércoles, mayo 02, 2007

¡Que falta de respeto, que atropello a la razón!

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Fecha: 02-may-2007

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Hora: 14:12
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La música nos ha acompañado en todas las etapas de nuestra vida। Cuando éramos un "brote cantoral" y pizpeábamos tras los vidrios de la cantina, el bolero nostalgioso que hacia empinar los codos con vehemencia। O el vals eterno de la infancia de zapatos maltrechos, saliendo de la orquesta famélica del circo, mientras la trapecista desde la altura coqueteaba con la muerte।

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A principios del siglo pasado emergiendo de las poblaciones obreras el coro rojo de "Canto a la Pampa", en medio de la herida del salitre y el discurso de don Luis Emilio Recabarren, que como un torbellino inflamaba corazones. La marcha del asalariado, volcánica y valiente, desafiando la prepotencia patronal y la represalia milica. Marcha de la bronca, de las fichas sin valor en la pulpería, y el "Arriba los pobres del mundo, de pie los esclavos sin pan" coreados por las madres y su remolino de chiquillos, entre la miel de perros amarillos y el desborde de los puños camaradas.

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En Argentina Carlos Gardel, imponía el tango que hasta entonces sólo era un baile de burdel y guapos de barriada. En 1917 "Lita" pieza musical del pianista Samuel Castriota se transforma en el primer Tango-canción con letra del poeta y dramaturgo Pascual Contursi quién la rebautiza como "Mi noche triste".

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Años de Enrique Cadícamo y su "Pompas de Jabón", "Nieblas del riachuelo"," Garúa" y "Los Mareados". Cuando Enrique Santos Discépolo creador de "Cambalache" iba del tango al teatro y del teatro a la política; aclamado hoy y abucheado mañana.

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La canción nunca ha estado desvinculada de los procesos sociales. Era "adormidera" cuando gobernaban los "futres" que acarreaban incautos a las elecciones con el vaso de tinto y la empanada como estímulo a esa "adhesión a palos". Mientras el proletariado conciente capeaba los torrenciales de sables y demagogia; la canción chauvinista que imperaba en las radios, nos hablaba de lo lindo que es una "china" de trenzas y como lucían las espuelas millonarias del patrón de fundo.

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Hoy, historiadores de a tres por chaucha, le tuercen la nariz a la historia y los cobardes de ayer resultan ser adalides de la justicia. Timadores del arte se hacen pasar por "revolucionarios"olvidando que se sentaron a la mesa aún oliendo a sangre del "artista de la tortura", el ex jefe de la CNI Alvaro Corbalán.

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Los cantores que combatieron la dictadura lo hicieron con su voz y acción política, desde el mismo 11 de septiembre de 1973. Estaba comprometida la propia vida en este caso. Poníamos música al discurso del pueblo; el repertorio lo determinaba la acción. Nadie de nosotros pensaba "hacer carrera", ni menos teníamos tiempo de estudiar- como nos criticaron algunos tontos de capirote-, si la persecución, las listas negras, y la censura, eran el "pan de cada día".

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Digo todo esto, porque "la aristocracia del arte", que aterrizó sin un rasguño, en vísperas del triunfo democrático, se apoderó en un abrir y cerrar de ojos, del "santo y la limosna". Y como los cantores políticos del 73, sabemos de su vergonzoso oportunismo, nos dan con la puerta en las narices.

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Los privilegiados del sistema acaparan todos los escenarios; actúan en Embajadas y actos diplomáticos organizados por nuestro país en todo el mundo. Mientras los cantores del 73 seguimos haciendo solidarios, los mismos actos que hace treinta años nos sirvieron para agitar, sensibilizar a la gente y desestabilizar la tiranía.

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Evocando el tango "Cambalache" de Enrique Santos Discépolo sólo nos cabe tararear muertos de la risa: "Que falta de respeto, que atropello a la razón, cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón"